La primera vez que vine a Tarifa aluciné con cielo lleno de cometas. Les veía ir de un lado a otro con una seguridad aplastante. Me encantaba ver a los kiters montando, desmontando, cargando con el material y sobre todo volando por encima del mar. Pero había algo dentro de mí que me decía que eso no era para mí. Que yo no tenía la suficiente fuerza de voluntad y constancia para aprender ese deporte.
Un día, después de mucho tiempo en Tarifa, me di cuenta de que aquí hay varios tipos de personas. Los que vienen a salir, los que vienen a trabajar, los que vienen a hacer deporte y los que vienen a hacer todo. Decidí que quería pertenecer a este último grupo, y reservé clases en Lazykite. ¡Por fin aprendí a hacer kite! Las primeras clases de kite no debes juzgarlas, si empiezas a plantearte si sirves o no para este deporte quizás te desanimes porque el principio no es fácil. Que no se te olvide que estás aprendiendo un deporte extremo. Las cinco primeras clases se deben hacer sin valorarlas, sin juzgarte, sin exigirte.
La primera clase, que es solo con la cometa en la arena, me sentí bastante torpe, me daba miedo salir volando. Pero poco a poco, a medida que pasaban las horas me di cuenta de que iba cogiendo feeling con la cometa y que mi profe estaba ahí agarrándome siempre para no salir disparada. Me fui con la sonrisa a casa.
La segunda clase, solo con la cometa, y ya en el agua sí que me sentí paquete, pendiente de que no se cayese la cometa al agua, ni los mocos…. y de que nadie me estuviese mirando. Pero me di cuenta de que cuando dejas de escuchar a tu voz interior y a tus inseguridades y te limitas a escuchar y obedecer al profesor… todo sale bien.
La tercera clase, ya con tabla y cometa en el agua… aluciné, iba haciendo todo lo que me decía el profesor y cuando me quise dar cuenta me gritó “Brava Ani, ya estás navegando”.
No me podía creer que lo hubiese conseguido, si la satisfacción de proponerte algo y lograrlo es una pasada, la sensación de navegar es mucho mejor.
Como en todo, hay días malos, que tragas agua y que te sientes como un patito mareado. Pero los días buenos… ay amigo, los días buenos voy como loca cantando. Ahora cada vez que tengo vacaciones pienso en destinos donde pueda seguir aprendiendo kite.
María (kitesurfer)